julio 15, 2009

Los escritores de la libertad



Basada en hechos reales. A sus 23 años, todavía con aspecto de estudiante, la idealista Erin Gruwell (Hilary Swank) parece dispuesta a comerse el mundo el día que entra en el high school Wilson para estrenarse como profesora. Pero su clase lo único que espera es sobrevivir un día más; son un grupo multiétnico de adolescentes de los más variados orígenes, afroamericanos, latinos, asiáticos, delincuentes juveniles, pandilleros y estudiantes de barrios pobres. Lo único que parecen tener en común es el odio que se profesan entre sí y la intuición de que el sistema educativo se está limitando a almacenarlos en cualquier lugar antes de que tengan edad para desaparecer. Erin se empeña día tras día en ganarse a sus estudiantes pese a su obstinado rechazo a toda forma de participación en las clases. Pero la realidad del ghetto no tarda en imponerse. Una pandillera latina de su clase presencia un tiroteo originado por cuestiones raciales; otro día la profesora intercepta una desagradable caricatura racista. Erin aprovecha esos incidentes y los convierte en dinamicos elementos de aprendizaje. Así se produce una transformación en el aula: los alumnos empiezan a escuchar y Erin se libera de sus idealistas prejuicios y acepta oir las historias que le cuentan los chicos sobre las malas calles en las que deben sobrevivir a una guerra no declarada. Erin empieza a conectar con los miembros de su clase. Les trae discos de música urbana y libros surgidos de otro tipo de ghetto, como “El diario de Ana Frank”, y con esas simples herramientas les abre los ojos a la experiencia de la lucha de quienes han sufrido la intolerancia fuera de las comunidades a las que los chicos pertenecen. Sabiendo que cada uno de sus estudiantes tiene una historia que contar, Erin les anima a que escriban un diario con sus pensamientos y experiencias. Tras compartirlo con los demás, cada alumno ve que sus compañeros viven una situación similar a la suya; y comprenden por primera vez que hay más horizontes en la vida que esperar a llegar vivo a los 18. Los diarios de los chicos dejan de ser deberes de clase y se convierten en un instrumento de afirmación vital; y el contacto con sus estudiantes afecta a Erin mucho más profundamente de lo que ella hubiera podido imaginar.

“Si un alumno te dice que quiere quedarse contigo acabadas las clases y te confiesa que no tiene ningún sitio adonde ir, no puedes decirle que lo sientes mucho y que se busque la vida. Si no tienen un sitio para hacer los deberes que les has puesto, tienes que proporcionárselo tú. Ese compromiso con sus alumnos le costó su matrimonio. A veces tu vocación te exige mucho y no puedes pedirle a otra persona que se sacrifique tanto como tú”.